Neil Jung
Después de tres días consecutivos teniendo desviaciones oníricas de lo más extrañas comencé a anotar todos mis sueños. Fueron sueños tan peculiares y concretos, que no pude pensar otra cosa que no fuese que mi inconsciente me estaba intentando mandar un mensaje.
Era una época en la que el horóscopo de Esperanza Gracia, como de costumbre, no me acertaba ni media. Me tiraba las cartas del tarot y los resultados eran tan pésimos y desoladores que no me quedo otra opción que buscar alternativas místicas más alentadoras. Fue entonces cuando me acordé de Chris In The Morning citando a Carl Jung en su programa matutino de Doctor en Alaska. Chris siempre me ha parecido un tío guay: guapete, culto y repleto de referencias. Me podría recitar su lista de la compra y sería capaz de decirle: “wow, interesante”. Soy así de impresionable. Me dije: “Si a Chris le gusta Carl Jung, seguro que a mí también”. Tenía claro que no quería a pasar por Freud y patologías raras a causa de deseos insatisfechos. Buscaba respuestas más amables.
Reconozco que hay veces que me avergüenzo de ponerme mística: “Para ser atea y bien que te comes el horóscopo con patatas” me regaño de vez en cuando. Para reconfortarme pienso en los dos protagonistas de “La Trama Nupcial”: ambos comparten el amor por una misma chica mientras buscan respuestas a las mismas preguntas: uno desde una perspectiva más espiritual y religiosa, y el otro desde un punto de vista más terrenal y filosófico. Me caen bien los dos. También me podrían recitar su lista de la compra.
El primer día que anoté mis sueños dejé el móvil al lado de la almohada. Me desperté en mitad de la madrugada y anoté vagamente el sueño en la app de notas. Al cabo de dos horas volví a anotar otro sueño. Por la mañana, al repasar mis apuntes nocturnos, a parte de darme cuenta de que no recordaba nada de mi primer sueño (ir a bordo de un carguero que atravesaba el Polo Norte) vi que estaban repletos de faltas de ortografía y cualquier tipo de coherencia a causa de la somnolencia (Polo Nrte frioo barco tochjo). Así que al cabo de un par de días decidí cambiar de método: Me mandaría notas de voz con lo que había soñado. El resultado fue más triste y cómico todavía. Escuchando mis audios me di cuenta de que parecía una persona borrachísima contando anécdotas sexuales de lo más extrañas en mitad de un after. Paniqueé con equivocarme de grupo de whatsapp -me los enviaba al chat conmigo misma- y que esos audios terminasen en el chat familiar a causa de un despiste fruto de la modorra. Así que volví a la app de notas y a las faltas de coherencia y de ortografía. Ya lo redactaría bien al día siguiente. No pasaba nada. Arturo Pérez Reverte no lo iba a leer.
Esa misma semana leía sin descanso a Jung y me dormía viendo sus documentales. Me quedé fascinada con la Teoría de la Sincronicidad. También pensé que seguramente los Los Amantes del Círculo Polar habría envejecido bastante mal -y en general cualquier película de Julio Médem-. Y que La Doble Vida de Verónica es una película que me seguirá gustando siempre.


